Entrevista a Josep Segalés, por Àngels Doñate
Publicado en Catalaunia en abril de 2021
Innovación, implementación de proyecto educativo, éxito, transferencia de conocimiento… solidaridad, sueño de justicia, deseo de empoderamiento, acto de amor.
Todo esto son las Escuelitas de Tareas. Esto y, sobre todo, 20 años llenos de nombres y de caras mexicanas de cientos de niños, jóvenes y mujeres que han hecho vivo, hermoso y fuerte este su proyecto.
Pep Segalés, que en 1999 llegó a Mexicali y conoció la primera semilla de este árbol de vida, celebra con nosotros este aniversario, compartiendo historias… de cómo las comunidades más vulnerables de Mexicali o Tijuana se han convertido, ¡se convierten! en autoras de su propia transformación desde el encuentro y el compartir intergeneracional, el juego y el refuerzo escolar, la paleta y el apapacho (el abrazo desde el alma).
¿Por qué y cómo nacieron las Escuelitas de Tareas (ETC)?
Cuando llegué a Mexicali, en 1999, los seminaristas escolapios tenían una ETC en el seminario de un barrio de clase media, implementando un proyecto educativo basado en el acompañamiento personal de los profesores con estudios superiores a cada alumno de primaria en la realización de su trabajo escolar en todas sus materias.
Un proyecto exitoso que ayudó a muchos niños del barrio a mejorar las calificaciones escolares. En 2001 quise replicar este proyecto en la colonia marginada de Rivera Campestre, donde los escolapios empezábamos a atender una nueva parroquia.
Me encontré sin aulas y sin profesores formados. La duda, la incertidumbre me abrumaron. ¿Cómo empezar una ETC sin aulas y sin profesores formados?
Aquellos primeros días serían…

«Al final de una misa expliqué el proyecto de abrir la escuela un par de horas dos días a la semana y pregunté a los asistentes si podrían ayudar o que me avisaran si sabían de alguien.
Una señora desconocida me llevó a una casa, también desconocida. «Vecina -dijo- aquí está el nuevo padrecito de la parroquia que te quiere pedir un favor». Yo le expliqué la necesidad.
Recuerdo que llamó varias veces: «Sonia, Sonia!»… y apareció una chica de unos dieciséis años. «Escucha al padrecito», le dijo su madre. Yo les expliqué el asunto y la jovencita dijo que sí.
Así que el día 14 de mayo de 2001 a las nueve de la mañana, un grupo de jóvenes: Chayo, Raúl, María de Jesús y Sonia con el P. Pepe inician en el patio de la casa de Juanita y José, en la calle Candelilla 1351, la ETC, ayudando a cinco niños y niñas: Brandon, César Eleazar, Alberto, Liliana y Reina Georgina.
Al otro día ya eran once, con Cintia, Andres, Rodrigo, Carlos, José María y Miguel Antonio, contentos por encontrar ayuda para resolver la tarea dejada por los maestros.
Llegaron los niños y los maestros y fueron llegando los fracasos hasta que al paso de los años se convirtió en un proyecto exitoso».
Para los lectores que no lo sepan, las Escuelitas de Tareas ocupan dos horas dos veces a la semana: se empieza con media hora de juegos de mesa, se hace una hora de refuerzo escolar de castellano y matemáticas a partir de fichas específicas en que un maestro se ocupa de un par de alumnos, y se cierra con media hora de juego de patio, abrazo y una paleta.
Cada semana, los pequeños se llevan un libro a casa y, cuando lo devuelven, ¡le cuentan a su maestro qué les ha gustado más!
¿Una Escuelita donde el juego es tan importante como las matemáticas o la lectura?
«Como maestro de educación formal tenía metido en la cabeza la idea comenzar a la misma hora la jornada escolar.
Por eso mientras aún no llegaban los alumnos tardistas, los puntuales se aburrían. Con estos empezamos a jugar con juegos de mesa, el rompecabezas, el memorama, el dominó…
Se acababa la clase y mientras los maestros barríamos el lugar, los niños no se iban a casa. (Ahora procuramos que también los niños limpien la escuela).
En aquellos tiempos las calles estaban sin pavimentar, era escaso el tránsito en esa orilla de la colonia, y los niños se quedaban a jugar a fútbol pateando cualquier cosa. Fui lento en descubrir la importancia del juego.
Ahora tenemos claro que la media hora de juegos de mesa antes de las fichas y la media hora de juego de patio después, son la mejor aportación educativa.
Ver jugar, agarrados de las manos, gritando a todo pulmón a los niños, a los jóvenes y a las mujeres adultas, es una de las más bellas imágenes de las ETC. Pasaron años para que Jaume Cela, eminente pedagogo catalán, nos abriera los ojos de este tesoro desconocido de un proyecto educativo intergeneracional. Y así quedó fijado el eslogan de las ETC: «Aprende, convive y diviértete»».
20 años después, más de 25 Escuelitas de Tareas en marcha -antes de la pandemia-, cerca de 200 voluntarios maestros y coordinadoras…, ¿por qué crees que son un éxito?
«Pienso que las ETC responden a una necesidad. Los padres son conscientes de que los niños necesitan apoyo escolar.
Y al cabo de unas semanas, las madres se dan cuenta de que el niño o la niña no sólo mejoran en las notas, sino que van mejorando en la conducta.
A las madres les va bien deshacerse un rato los niños sabiendo que están en un lugar seguro porque los espacios públicos del barrio, si es que los hay, no lo son.
Es un proyecto fácil de realizar y sumamente económico. Los maestros son voluntarios y los niños y niñas ¡todavía pagan 5 pesos a la semana!»
En los barrios más vulnerables, en el sistema educativo público, un maestro tiene entre 40 y 50 alumnos, los chicos y chicas van sólo a 3 o 4 horas de clase ya que las escuelas acogen turnos, pero sus familiares adultos trabajan jornadas de 10 o más horas.
Esto, unido a la gran desestructuración familiar por la migración o abandono, los niños y jóvenes se quedan solos en casa o en la calle muchas horas… las ETC ofrecen un espacio de aprendizaje, de convivencia, de valores… seguro y comunitario.
Este es un proyecto de la comunidad para la propia comunidad, ¿verdad? Desde los niños como alumnos, los adolescentes y las madres como maestros, mujeres que tal vez no tienen la primaria terminada como coordinadoras… ¡y sus familias!
«Los padres y madres de familia reconocen el beneficio de la ETC: saben que sus hijos están en un lugar seguro, que aprenden y crecen en valores; y reconocen que se preocupan más de la educación de los hijos, están más pendientes de sus tareas y han trabado nuevas amistades en el barrio sobre todo al compartir las actividades de la ETC: las reuniones mensuales, organizar las convivencias de las clausuras, estar presentes en el día de las madres, montar los altares del día de los muertitos, acompañar a los niños a los deportivos…»
¿Momentos de dudas?
«Una de las muchas crisis de credibilidad (¿merece la pena este proyecto?) la pasé en el segundo año. Pocos niños, pocos maestros, muchos errores, muchas limitaciones, desánimo personal. Creo que será mejor que cerramos la pequeña escuela, dije.
No, no, esperemos un poco más, me contestaron Aby e Imelda, las únicas maestras en aquella tarde gris. Por ellas continuamos. Después fueron visitando las escuelas amigos de una y otra tierra, metidos en el mundo de la educación…
Otros, como los maestros compañeros de la Escuela Manuel de Falla, situada en el Campo de la Bota los años 70, con su correspondencia y amistad, así como muchos de mis hermanos escolapios, todos, por sus reflexiones y ayudas, han sido importantes en este proyecto. Carlos González, amigo e ideólogo de nuestras ETC, hizo su tesis doctoral sobre nuestro actuar pedagógico años después.
A su manera cada uno nos alienta a seguir adelante. A veces, un golpe de ánimo en el hombro es como un puente para pasar un agua turbia. Y aquí están las ETC aportando su granito de arena en la educación de Mexicali y su valle, en Tijuana y sus cañones, en la Baja California mexicana, donde hay niños, jóvenes y adultos con deseos de mejorar su educación en estos tiempos difíciles que vivimos. Como dicen los chinos: «Mejor prender un cerillo que maldecir la oscuridad»».
¿Nos compartes recuerdos especiales?
«Sin duda, empiezo por lo que os he compartido primero: el día que llamé a la puerta de una casa desconocida y la madre desconocida animó una chica desconocida de unos 15 años a hacer de maestra de un proyecto desconocido.
Se llama Sonia, y fue durante un buen tiempo una gran maestra. Verme a mí mismo haciendo de maestro con Brandon, en el patio de la casa de una vecina, donde se estrenó la primera ETC. El día que su abuela, Sara, me dijo que su nieto había mejorado de conducta tanto que sorprendió al maestro de su escuela oficial que tenía decidido expulsarlo.
Como todavía recuerdo perfectamente y emocionado ver a Javier, un niño discapacitado Down, ver a Héctor, a Alonso y a Lichy, adultos discapacitados, jugando en el patio abrazados con otros niños.
Y ver pasar un grupo de adolescentes corriendo con el patinete por las calles del barrio de la Rivera Campestre para ir a hacer de maestros en la ETC… O una reunión de tantas de los coordinadores en casa del Estelita, que también era coordinadora, evaluando, programando y sobre todo cenando juntos. Retratar los niños mayores de ocho y nueve años haciendo de maestros de los niños más pequeños en la Semana Social.
Y si pensamos en los cumpleaños… el día que celebramos los 10 años de la fundación de esta modalidad de ETC y el «salón Calasanz» estaba lleno a rebosar de niños y maestros, entre todos más de 250, llenando las fichas y dirigiendo el juego de «Cuatro en raya» el maestro Neto, un adolescente que fue niño de la calle».
Así que, para ti, las ETC son…
«Un persistente deseo, desde hace muchos años, de vivir en un espacio que no sea la familia, ni el trabajo, ni la iglesia, donde varios vecinos se encuentren para ayudarse mutuamente, para crecer en conocimientos, en valores, en habilidades, en el arte… para crecer en el amor y esparcir el bien.
Dónde vivir, dar y recibir, en aquellos aspectos que no se encuentran en la familia. En el caso de las Escuelitas, un deseo de que los vecinos sean autores de su propio crecimiento y vivan con mayor dignidad. Lo que llamamos «vivir en comunidad»».
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